Millonaria con su invento a los 18 años

Sophie Trelles-Tvede, la millonaria de 18 años que logró vender gomas de pelo en 70 países
Hija de una gijonesa, se le  ocurrió un negocio que le llevó a entrar en la lista de Forbes ’30 menores de 30′

En el año 2011 un paquete de 30 gomas de pelo costaba alrededor de un euro. Estos elásticos recubiertos de tela estaban soldados por los extremos por una pequeña pieza de metal que se enganchaba en el cabello. Pero hete aquí que a Sophie Trelles-Tvede, una joven de 18 años de madre española y padre danés, se le ocurrió un negocio que le llevaría a entrar en 2016 en la lista de Forbes 30 menores de 30.

Hoy Sophie tiene 28 años y vende más de 100 millones de gomas de pelo en 110.000 tiendas minoristas de 70 países. Según explica en un casi perfecto español, desde Munich (Alemania), donde Invisibobble tiene su sede, parte de su familia (su abuela, sus tías, sus tíos…) reside en Asturias y, más en concreto en Gijón, la ciudad de donde procede su madre, aunque ahora ella vive en Suiza, rodeada de colinas verdes y del cálido aroma del estiércol vacuno.

Trelles-Tvede acaba de publicar 100 millones de Hair Ties y un Vodka Tonic (Lid) para explicar cómo convirtió aquellas fatídicas gomas que utilizaba para atarse el cabello en un producto de moda que llevan, incluso, las hermanas Kardashian.

El genio dentro de la botella apareció al poco de llegar a la Universidad de Warwick (Reino Unido) para cursar su primer año de Administración. “Una noche había una fiesta en el campus cuya temática era el mal gusto. Debía vestirme con el look más feo posible, beber muchísimo y esperar que mi vestimenta fuera el tema de conversación”, recuerda. “Mientras salía, vi el cable enrollado del teléfono de línea de mi habitación, lo desconecté y me sujeté el cabello con él. Lo envolví alrededor de mi coleta un par de veces para que las espirales sobresalieran. ¡Se veía perfectamente feo!”, prosigue.

Cómo crear una empresa de la nada, según Sophie Trelles-Tvede

Hasta que se desplazó hasta el Reino Unido para cursar la carrera, Trelles-Tvede siempre había pensado que para abrir su propio negocio tenía que hacer lo siguiente: “obtén una licenciatura, encuéntrate a ti misma y descubre cuáles son tus intereses (tiempo estimado: entre tres y cinco años)”. Luego, “haz un máster y profundiza en lo que has estudiado (duración: un año)”. Acto seguido, “busca un buen trabajo, gana dinero y obtén seguridad financiera (duración: 25 años)”. Finalmente, “emprende el negocio con el que había soñado cuando eras estudiante (aunque, muy probablemente, alguien ya lo habrá hecho a estas alturas, por lo que tus perspectivas serán más bien escasas)”. A decir verdad, “esa era mi actitud, y creo que mucha gente piensa de forma parecida. Sin embargo, según mi experiencia, se puede hacer de otra manera”, indica. Su fórmula mágica tiene muchas variables, como reunir todos los meses a todos los miembros de la empresa en el bar interno de la compañía para mantener intacto el espíritu pionero. También “enfocarse en uno mismo y no mirar a derecha o izquierda o a lo que hace la competencia”. Pero el resumen puede encontrarse en la charla TDEx que Trelles-Tvede pronunció en 2015. En ella se enfocó en tres asuntos: las ideas para nuevos productos o negocios pueden ser “fenomenalmente exitosas (según mi experiencia) si 1- son simples, 2- si son económicas, y 3- si te permiten triunfar sin ser un experto en el campo escogido, ya que ello te puede permitir hacer las cosas de otra manera”, dijo entonces.

La mañana siguiente Sophie despertó con el cable del teléfono todavía en su cabeza y se preguntó si tal vez –solo tal vez¬ había encontrado algo interesante pues, a diferencia de otras veces, no tenía marcas en el cabello ni le dolía la cabeza por la tensión de las gomas al tirar del cuero cabelludo. Así empezó todo.

Lo siguiente que hizo Sophie fue llamar a Felix Haffa, su novio desde los 16 a los 23 años, que estudiaba en la Escuela de Negocios de la Universidad de Bath, a unas tres horas de distancia en tren. “¡Cuéntame más!”, exclamó él. Un tiempo después ambos decidieron invertir 3.000 libras esterlinas (unos 3.500 euros) en una nueva goma elástica con forma de espiral, “el equivalente a 1.350 vodka tonics en un bar estudiantil”, bromea Sophie.

“Todo fue muy rápido”, explica Trelles-Tvede en una fría y nubosa mañana de Bavaria diez años después. “¿Qué consejo le daría a alguien que deseara emprender un negocio innovador? Que, si ha tenido una idea, que la impulse”, responde. “He hablado con gente que está en la misma situación que estuve yo con 18 años y me dicen ‘eres muy valiente, yo también tengo una idea, pero ahora no es el momento, ya lo haré el año que viene o cuando pueda’, pero…al final, no lo hacen”, constata.

“Mi recomendación es que no esperen, que nunca van a tener tiempo, que siempre habrá algo que crean que es más importante, que empiecen ahora, aunque crean no tener tiempo, ni dinero, ni todo lo que hace falta para empezar un negocio”, sugiere Sophie desde el corazón de Bavaria. “Alguien que no cree en sí mismo, siempre va a tener muchísimo más difícil conseguir que otros crean en sus productos”, sentencia.

Alguien que no cree en sí mismo, siempre va a tener muchísimo más difícil conseguir que otros crean en sus productos

La idea de crear una nueva goma elástica llevó a esta joven de pelo largo, rubio y fino, y a su entonces novio, Felix Haffa, a convertirse en consumados expertos en cables telefónicos: los había redondos, aplanados por dentro y de muchos grosores. Se trataba de dar con uno que resultara amigable para el pelo. Un cable que, además de práctico, fuera bonito y emocionara a sus portadores por sus colores supercalifragilísticos, la originalidad de su diseño y su onírico envoltorio. Es decir, se trataba de crear Invisiboble, la borla invisible, el nombre elegido para la empresa.

En palabras de Sophie: “crear un nuevo negocio no es un cuento de hadas, sino que te obliga a luchar contra monstruos terribles en lugares pestilentes, pero, si lo haces todo bien, puedes encontrar una salida”.

Al igual que sucedió en el pasado con los bolsos pequeños, los aros dorados y otras tendencias misteriosas, las cintas para el pelo en forma de espiral se convirtieron en las preferidas de muchas mujeres. Y todo gracias al boca a boca, ya que ni Sophie ni Felix disponían de dinero para campañas de marketing o posicionamientos en internet. Su gran baza fue convertir un producto sin gracia, que cumplía una función (recoger el pelo, hacer trenzas, coletas…), en un producto estiloso con el que autoexpresarse, pues las hair ties, cuando no se utilizan, se llevan en la muñeca o como brazalete (lo que las convirtió en una estupenda publicidad andante…) “Si casi todas las mujeres necesitan comprar gomas de pelo varias veces al mes… ¿por qué no convertirlo en una experiencia positiva?”, pensaron ambos emprendedores. “Lo que hicimos fue meter emociones en las hair ties”, resume Sophie.

El maquillaje, las uñas o el cabello son excelentes maneras de marcar estilo que resultan mucho menos costosas que la moda, así que las espirales de formas diferentes se convirtieron en poco tiempo en muy atractivas para muchos consumidores.

Las espirales de formas diferentes se convirtieron en poco tiempo en muy atractivas para muchos consumidores

“En España gustan los mismos colores que en el resto del mundo: el negro, el trasparente y el rosa. Todas las mujeres del mundo somos bastante iguales en eso”, explica Trelles-Tvede esbozando una sonrisa. “El principal rasgo distintivo del mercado español es que no hay cadenas tan grandes como en Alemania o Estados Unidos, por lo que penetrar es más difícil”, dice.

Por lo que se refiere a la sostenibilidad de sus coleteros, Trelles-Tvede manifiesta que se elaboran con un plástico completamente reciclable, a diferencia de las gomas de pelo comunes, que a menudo tienen una barra de metal que las une que dificulta su reciclaje. “Lo importante es utilizar un único material para que será posible el reciclaje. Y también cambiar la tradicional forma de consumir accesorios para el pelo. Nuestras gomas, al sumergirse en agua caliente, recuperan su forma original, es decir, no son productos de un solo uso. Tres de nuestras hair ties cuestan cinco euros, pero con un poco de cuidado, pueden durar más de un año”.

El libro de Trelles-Tvede es un cuaderno de bitácora para navegar por negocios emergentes. Por ejemplo, empaquetar de manera completamente diferente –“como si las hair ties fueran golosinas”, precisa Sophie– puede ser un factor determinante para obtener éxito. Para dar personalidad a sus gomas elásticas, lo que hizo Invisibobble es bautizarlas con nombres divertidos. Por ejemplo, en lugar de llamar “verde” a un coletero, se le denominó mint to be (en inglés, un juego de palabras entre meant to be, predestinado, y mint, menta).

Otro de sus consejos para cuando el negocio comienza a despegar es tener cuidado con los pequeños impagos, pues incluso un pequeño monto de 14 euros (como les sucedió a Sophie y Felix) puede afectar la calificación crediticia. Tampoco está de más contratar un seguro climático cuando parte de la fabricación se realiza en el extranjero. Cuando en el año 2014 la compañía estaba empezando a levantar el vuelo y los pedidos empezaban a amontonarse, un tifón dejó inservible durante tres semanas la planta china donde se fabricaban las gomas del pelo. Hay muchas más anécdotas relacionadas con China: desde la proliferación de imitaciones, hasta la necesidad de controlar personalmente la producción y la calidad (la representante en China estafó a la empresa 2,8 millones de dólares).

Respecto a si es posible montar un negocio con la media naranja, Sophie y Felix comenzaron a salir con 16 primaveras y cuando llevaban siete años juntos decidieron poner fin a su relación. “A medida que las cosas progresaron en Invisibobble, en cierta forma retrocedieron entre nosotros. Supongo que estábamos tan concentrados en el negocio que nos olvidamos de nosotros”, admite Sophie. “Un domingo soleado, Felix vino a mi departamento y decidimos separarnos. Estábamos muy tristes, pero sabíamos que era lo mejor, aunque decidimos que éramos lo suficientemente adultos como para seguir trabajando juntos”, relata.

En cuanto a la experiencia en EE.UU., he aquí un posible resumen: “puede que los estadounidenses te digan que eres genial, pero no siempre lo dicen en serio”, avisa Trelles-Tvede. Al menos, esa fue su experiencia en Las Vegas, tras acudir a una feria de negocios: tras exponer su producto, no faltaron quienes se acercaron a su stand para exclamar “¡Maravilloso!”, “¡Es tan coool!”, “¡Su marca es in-cre-í-ble!”, “¡Son geniales, chicos!”. Sin embargo, “resultó ser la feria de negocios menos exitosa a la que fuimos. No conseguimos de ella absolutamente nada, ni un e-mail ni una llamada”, reconoce Trelles-Tvede.

El penúltimo consejo es interiorizar que en toda empresa se producen imprevistos o, dicho más claramente, desastres. “Lo único bueno que surgió de todos los desastres que atravesamos fue algo en lo que todas las marcas deben pensar: la innovación”, apunta.

Coincidiendo con algún batacazo, la empresa lanzó algunas de sus colecciones más disruptivas. En Cookie Dough Craving (en español, antojo de masa de galletas), Invisibobble logró infusionar sus gomas de pelo con el dulce aroma de galletas recién horneadas. Por su parte, ante la necesidad de crear algo para la tienda de lujo de EE.UU., se decidió fabricar algunas gomas elásticas en colores metálicos para que las hair ties se percibieran como joyas que alguien podría lucir en sus muñecas o antebrazos.

En Cookie Dough Craving, Invisibobble logró infusionar sus gomas de pelo con el dulce aroma de galletas recién horneadas

El último consejo de Sophie es un recordatorio: la autocomplacencia es la muerte del éxito. “Algunas marcas son muy vainilla cuando se trata del marketing, pero en nuestro caso eso no funciona”, explica. “La peor forma en la que puedo decepcionarme a mí misma es siendo promedio, porque si eres promedio, simplemente te mezclas con el montón. El helado de vainilla les gusta a todos, pero no es el favorito de nadie. A veces es mucho mejor arriesgarse”, concluye.

Fuente: La Vanguardia

Compartir
Visitas totales: 2527