SALVADO POR LA CAMPANA
Allá por los siglos XVI y XVII, en Inglaterra se producían muchos casos de enterramientos de personas con vida. El motivo estaba en beber cerveza o whisky en recipientes de estaño, mezcla muy peligrosa, pues dejaba al individuo en una especie de estado de narcolepsia. Eran recogidos de la calle con todos los síntomas de estar muertos, siendo enterrados rápidamente, como era lo habitual en aquella época.
Hay un caso curioso de enterramiento con vida, y no por la bebida. En 1591 fallecía Fray Luis de León, y cuando abrieron su ataúd para iniciar su proceso de beatificación, se comprobó que
aparecían muchos arañazos por el interior. Ante la duda de que el fraile hubiera renunciado a Dios en esos momentos de desesperación, se cerró su proceso sin declararle santo.
Para evitar los casos de enterramientos rápidos, estando «los difuntos todavía vivos», se inventaron una serie de sistemas rústicos, como el de colocar una cuerda atada en la mano o pie del enterrado, sacándola al exterior del ataúd unida a una campana, que «el difunto» podía accionar y ser escuchada en el exterior.
A partir del siglo XIX, surgieron numerosos inventos para evitar esta situación, y a la Tafefobia, que es como se conoce a este miedo, (hasta 22 se registraron en Estados Unidos desde finales del XIX y principios del XX) pero su poca practicidad y alto coste hicieron que no se popularizaran.
Hay un caso sorprendente y que se hizo muy famoso en 1937. El francés Angelo Hays de 19 años, fallecido en un grave accidente de moto, al ser abierto su ataúd por la compañía de seguros para tramitar el siniestro, comprobaron con sorpresa que “el difunto” estaba en coma y vivo, logrando recuperarse después por completo.
La experiencia vivida le llevó a inventar y patentar un ataúd con «Kit de Supervivencia» en el que había una pequeña nevera, un retrete químico y un transmisor.
Llegó a realizar numerosas demostraciones con él, y fue noticia en directo de ellas en la televisión francesa. Si tenía un transmisor de radio para avisar de la situación, ¿para qué necesitaba nevera y retrete?. Su invento se quedó solo en invento, pues parece ser que no vendió ninguno, a pesar del montaje publicitario que organizó.
Y el más sorprendente de todos los inventos patentados de ataúdes seguros contra enterramientos con vida, fue el de americano, que se ofrecía con alarma de emergencia, sistema de intercomunicación, linterna, aparato respiratorio, monitor cardiaco y un estimulador. Increíble, pero cierto, y se cuenta que un interesado, al conocer su precio, se quedó muerto y bien muerto, de un infarto. No vendió ni uno, y además parece ser que tampoco lo pudo utilizar su creador, pues falleció solo en su casa y le tuvieron que hacer la autopsia.
Hoy, gracias a las técnicas de comprobación, es prácticamente imposible que le entierren a uno vivo, pero existen ataúdes a todo lujo, para que el difunto se “sienta a gusto”.
Artículo escrito y documentado por: José Carlos Sainz de los Terreros Isasa