UN GRANDÍSIMO INVENTO PARA LAS MANOS
Y UN CURIOSO Y PRÁCTICO INVENTO PARA LOS PIES
Los dos los creó y patentó un gallego, nacido en Finisterre en 1919, Alejandro Campos Ramírez, que se hizo conocer como Alejandro Finisterre, por el lugar en donde había venido al mundo.
De una familia acomodada, su padre era delegado en Galicia de la empresa Marconi y además era propietario de los Almacenes Campos, era el mayor de nueve hermanos y fue bastante rebelde y conflictivo, mal estudiante, e incluso el padre le denunció por el robo de una valiosa pulsera de oro y diamantes cuando tenía catorce años.
Con quince se trasladó a Madrid para tratar de terminar el Bachillerato, pero le sorprendió la triste guerra civil, solo y sin poder pagar el colegio, debido a la quiebra del negocio familiar.
Debido a un bombardeo, quedó sepultado, pudiendo ser rescatado con importantes heridas, siendo trasladado para su recuperación a un hospital catalán, en Montserrat, en donde tuvo oportunidad de crear sus dos inventos.
Finalizada la guerra, tuvo que huir a Francia, a pie, por sus ideas políticas contrarias al régimen de Franco, perdiendo por el camino el documento de uno de sus dos inventos, el famoso FUTBOLÍN, pudiendo vivir de los derechos de su otro invento, un «PASAPÁGINAS DE PARTITURAS MUSICALES», accionado con el pie.
Hoy se realiza mediante una aplicación en una tablet, colocada en el atril, creada por un músico irlandés, con el simple guiñado del ojo derecho para pasar a la siguiente, o con guiño del izquierdo para retroceder. Lo mismo se puede hacer moviendo la boca hacia un lado u otro.
Don Alejandro, poeta, periodista, escritor, académico, editor, ….e inventor, tuvo una vida “muy movida” y que fácilmente podría ser motivo para un guion de película. Después de un tiempo en Francia, pasó a Ecuador y en 1952 llegó a Guatemala, en donde su gobierno le ayudó para que fabricara sus futbolines que se empezaron a vender en varios países, entre ellos Cuba, en donde su inventor jugaba partidas con Che Guevara.
Un grupo de policías españoles le “secuestraron” en Guatemala, como él decía, para llevarlo a España. En el avión, logró encerrarse en el lavabo y allí se las ingenió para convertir una pastilla de jabón en una especie de bomba, con la que atemorizó a la tripulación con hacerla estallar, consiguiendo desviar el vuelo a Panamá, donde pudo escapar de sus “secuestradores” y refugiarse en México. De secuestrado pasó a secuestrador del avión, primer caso conocido de una acción de este tipo.
Después de varios años en la ciudad azteca, donde vivía de escribir y editar alguna publicación, pudo volver a España, viendo como su invento del futbolín, se había convertido en gran éxito, con miles de ellos vendidos, fabricados por unos valencianos que habían retomado la patente perdida por su creador haciéndola como propia, sin darle ningún tipo de credibilidad a lo comunicado por Finisterre, que no tenía pruebas para demostrar su invención. Se radicó en Zamora, después de morir Franco, dedicándose a escribir, en donde falleció en 2010.
Y volviendo a sus inventos. Los dos fueron creados durante su estancia en el hospital catalán y patentados los dos el mismo día en Barcelona, en 1937. El PASAHOJAS con el pie de las partituras musicales, se le ocurrió cuando una enfermera, de la que estaba enamorado, daba pequeños conciertos de piano a los heridos hospitalizados.
El gran invento, el del FUTBOLÍN, surgió, inspirándose en el tenis de mesa, al ver a los jóvenes y niños allí hospitalizados, con grandes heridas y amputaciones en las piernas, que les impedía poder jugar al fútbol, pudiéndolo hacer en “su fútbol de mesa”.
Para hacer realidad su invento, recurrió a su amigo carpintero, Javier Altuna, que se lo fabricó, utilizando para los jugadores, con piernas, madera de bojy “los balones”de corcho. La fabricación en serie era imposible, pues las fábricas, en aquellos días, estaban dedicadas a producir armas y municiones, y no estaban “para juegos” Este juego está considerado como “un juego global”pues se practica entre todo el mundo y que ha apasionado a varias generaciones. Está reconocido como deporte por el Comité Olímpico Internacional, existiendo federaciones en cientos de países, celebrándose campeonatos mundiales cada dos años, con participación de más de cincuenta países.
En España, controla y regula este deporte la Federación Nacional, contando con federaciones en casi todas las Comunidades, organizando campeonatos regionales y nacionales anualmente. Tenemos en España grandes “futbolinistas”, habiendo logrado algunos de ellos el título mundial.
Un dato curioso: con un buen disparo, el “balón”, ahora de madera, puede alcanzar una velocidad de 120 km./hora.
Desde el primer futbolín de Finisterre, fabricado por su amigo carpintero, hasta nuestros días, los modelos diferentes de este juego han sido numerosos, pero todos conservan la esencia fundamental del primitivo.
Los hay con jugadores, con piernas y con topes, fabricados con diversos materiales, de diversos precios, pero hay que comentar algunos por sus diseños y especialmente por su coste.
Hay uno, realizado por encargo, en el que los mangos son marroquineros de Louis Vuitton, los jugadores de cromo pulido de diseño futurista y con marcadores luminosos automáticos de los goles, mediante sensores especiales instalados en las porterías, Su precio:48.500 euros.
Pero todavía los hay más especiales y costosos. Como el creado por el diseñador francés Stefane Cipre, todo ello realizado en metal, con campo de juego de cuero, del que se han fabricado solo diez unidades, a un precio de 80.000 euros.
Hay otro, realizado totalmente a mano en doce meses de trabajo, cuyo coste es de 68.000 dólares.
Y hay solo cincuenta unidades, quizá el más bello y, sin embargo, no tan caro, construido con cristal laminado y los jugadores de níquel, chapados en oro de 24 quilates, con un peso de ciento seis kilos, de creación italiana, cuyo coste está en 20.740 euros.
También hay que comentar el futbolín, que mejor sería llamarle futbolón, más grande que se ha fabricado, válido para jugar once contra once, récord Guinness. Se creó como elemento fundamental de la campaña publicitaria de las cervezas holandesas Amstel, con posibilidad de desarmarse en seis partes para su transporte. Una verdadera obra de arte.
Aunque su creador lo llamó Futbolín, existen diversas denominaciones, especialmente en los países sudamericanos, que es conocido con diversos nombres: taca-taca, futbito, tiragol, metegol,
canchitas, fulbacho, futmesa, …
Todo un fenómeno social y comercial, el invento del gallego Finisterre, que cuando está cerca de cumplir cien años, el futbolín sigue en plena forma, con jugadores de madera, metal, de oro, con piernas o con topes, o construidos con cristal, aluminio o hierro.
Artículo escrito y documentado por: José Carlos Sainz de los Terreros Isasa